AVISO IMPORTANTE:
Todos los personajes que aparecen en este blog, así como sus ciudades de destino, son ficticios.
Sólo es real la existencia de los toletes: todos aquellos instrumentos, verbos, adjetivos, objetos de uso común, hechos tanto de carne y hueso como de plástico, madera, aleaciones de metal y finísima arena.
También nosotros estamos hechos del mismo material que los toletes

martes, 9 de octubre de 2007

daños colaterales

Esta mañana, en un alarde de fuerzas, he salido a la calle a hacer la compra. Desde que salí del hospital habito el mundo de Amelie, con sus brillantes colores, agradables olores, suaves texturas. Me falta ir metiendo la mano en sacos de lentejas. Vosotros, los sanos, no lo comprendéis, pero de repente me gustaban todas las cosas. Incluso el mismo acto de sacar dinero y pagar me pareció gratificante. Por momentos me sentía Amelie, por momentos un niño saharaui.
Al final me he conformado con el asalto a la droguería y a la tienda de deportes y he hecho una compra motivada por el frío. En mi acercamiento anual a Clinique me parecían necesarias todas las cosas, pero me he conformado con la crema nutritiva (porque a partir de cierta edad hay que nutrir además de hidratar) y maquillaje, para ocultar la blancura que adquiriré durante el próximo año. Después de la compra glamourosa no me apetecía mucho meterme en Sportland (siempre imagino que las tiendas de deportes van a oler a sudor), pero la camiseta de la foto estaba en el escaparate y he sentido que la necesitaba para protegerme de las primeras nieves.
De todos es sabido que uno de los daños colaterales más fuertes de cualquier enfermedad -mal, dolencia- es el aburrimiento. Si no, ya me diréis a qué viene que me ponga yo a escanear una camiseta térmica.

4 comentarios:

B3lisario dijo...

Muy bien, seguimos fiel al rojo...jijiji

Individuo Kane dijo...

Ahora que hablas de cosméticos y derivados te cuento algo que no te he comentado para que tengas en cuenta mis desvelos: si no es por mí, te habrías pasado la estancia en el hospital sin desodorante. O, mejor dicho, con un desodorante que no era el tuyo.
La persona encargada de llevártelo no asociaba la silueta del desodorante con un desodorante. Se sentía un tanto confusa al descubrir que ese tubo era un desodorante.
Si no sabes qué hacer para pasar el tiempo, podrías traducir el último libro de Harry Potter y colgarlo en la red.

Anónimo dijo...

No te preocupes por la piel;el frío extremo lo conserva todo de lujo. Un paseo matinal, y como si tuvieras 8 años otra vez.

Anónimo dijo...

Si, colorterapia...

Sólo me faltaba no haber tenido desodorante...

El frio no agrieta? como las manos de los pescadores noruegos?